Cuando un equipo de arqueólogos hace un descubrimiento subacuático, una de las cosas que más llama la atención es lo bien conservados que están los recipientes que se usaban para el transporte de vino, las conocidas ánforas del imperio latino. Selladas con cera, corchos u otros productos nos damos cuenta de que por mucho que pasen los años (en este caso los siglos e, incluso, los milenios), el rúbeo licor, si está bien tapado, conserva intactas sus propiedades más allá de cualquier situación adversa (y un barco hundido en el mar durante más de 2000 años es una buena razón para pensar que pocas cosas hay más complejas a la hora de asegurar la calidad de un producto determinado).
Por eso hoy queríamos hacer un repaso a la situación de ese producto natural que es el corcho, toda vez que el siglo XXI, con sus adelantos y su rapidez, nos está demostrando que hay otras opciones para sellar el vino, como los polímeros y otros tapones artificiales. Pero el buen degustador de productos gourmet, el que sabe a qué atenerse cuando quiere probar un caldo en condiciones, el que disfruta con los tres pasos que se han de dar si necesitamos comprobar el color, el olor o el sabor, ese usuario sabe que lo natural es insustituible.
Lo mejor de todo es que un producto cuyo uso se pierde en la noche de los tiempos se obtiene en los momentos actuales a través de procesos tecnológicos de primera magnitud. En una fabrica de tapones de corcho del siglo XXI se aplican numerosos procedimientos que nos certifican que estamos haciendo lo correcto a la hora de conseguir plena viabilidad para un producto que parece simple, pero cuya complejidad resulta patente si tenemos en cuenta que ha de sellar un buen vino durante un tiempo prolongado.
Lo mejor de todo es que tú mismo puedes comprobar lo que estamos diciendo, ya que en el enlace que te hemos ofrecido podrás visitar una página llamada Gruart La Mancha, ubicada en Valdepeñas (Ciudad Real), que es ejemplo de lo que hemos dicho. Es normal que las bodegas confíen en quien puede hacernos un tapón con las mejores artes, y está claro que muchas tiendas gourmet miran bastante la materia prima con la que están hechos esos tapones. El buen conocedor del mundo vinícola rehuye esos materiales que tienen color atractivo pero que no consiguen dar el toque auténtico a un caldo de nuestro país. Y si los romanos confiaban en estos productos naturales, lógicamente nosotros hemos de hacer caso a una cultura que sellaba tan bien sus vinos que los ha conseguido conservar, incluso bajo el agua, durante siglos y siglos. Y todo ello gracias a los tapones de toda la vida.