Esa diferencia ya ha producido una importante fisura en el Consejo de Cooperación del Golfo, el foro en el que las seis monarquías de la península Arábiga intentan coordinar sus políticas. Algunos observadores temen que el atrevido paso de EAU anime una reacción similar por parte de Qatar (aliada en esas lides con Turquía, aunque no sea un país árabe) y desencadenar una nueva guerra por intermediación. EE UU, que ha negado haber dado el visto bueno al ataque, ya ha advertido de ese riesgo. En la zona se ve su postura con escepticismo, ya que se le responsabiliza de la inestabilidad regional por no haber intervenido decisivamente en defensa del statu quo.
Hafter, al mando de milicias paramilitares a quienes posteriormente se unieron varios cuerpos del Ejército y de seguridad, se levantó en armas el pasado mayo contra las milicias islamistas que operan en el este del país.
Según relató a Efe una fuente de seguridad de la provincia oriental de Bengasi, el avión se precipitó ayer por un fallo técnico cuando realizaba vuelos acrobáticos en honor del piloto Ibrahim Abdorrabo, fallecido el pasado 29 de agosto cuando su avión fue derribado por un misil tierra-aire en la cercana ciudad de Al Beyda.
“El mensaje que ha enviado [el caso de] Siria es que la comunidad internacional, Estados Unidos y los países europeos no ayudaron a los moderados y dejaron que creciera el extremismo, el yihadismo y el Estado Islámico. Así que la comunidad internacional no es fiable; no podemos confiar en que EE UU actúe cuando sea necesario, lo que deja a las potencias regionales la necesidad de hacerse cargo”, señala el politólogo emiratí Abdulkhaleq Abdulla.
Aunque en 2011 Emiratos y su vecino Qatar colaboraron con la OTAN en el establecimiento de una zona de exclusión aérea en Libia, aquella intervención estuvo respaldada por el Consejo de Seguridad de la ONU. Desde entonces, ambas monarquías han respaldado a facciones políticas rivales en ese país (los nacionalistas liderados por Mahmud Jibril y los islamistas de Ali Salabi, respectivamente) y en el más amplio contexto árabe. Mientras Doha ha apostado por el islamismo moderado de los Hermanos Musulmanes, Abu Dhabi, como Riad, ve en el proyecto político de éstos una amenaza tan grave o mayor que la de los extremistas violentos del Estado Islámico.
Desde que estalló la primavera árabe en 2011, la popularidad de los partidos islamistas ha alarmado a los reinos y emiratos vecinos. Aunque las monarquías se han mostrado más estables, o más hábiles para contener el potencial descontento, las familias gobernantes no esconden su preocupación por la amenaza que representa esa alternativa política. Aun así, tal como apunta el investigador de la Universidad de Cambridge Toby Matthiesen, la acción emiratí “no tiene precedentes”.