Gambia es así el último país africano en sumarse a la homofobia, después de que Uganda y Nigeria hayan dado un paso más allá al añadir duros castigos en sus leyes contra los homosexuales. Hace unos días, la organización Human Rights Watch (HRW) ya advertía en la presentación de su informe anual en Johannesburgo que “2013 había sido un mal año” para el colectivo y que temía que el actual 2014 fuera aún peor. Las declaraciones de Jammeh advirtiendo de que practicará incluso “una lucha más agresiva” contra las “alimañas llamadas gais y homosexuales” que contra la erradicación de una enfermedad como la malaria, que cada año se cobra millones de víctimas en África.
Cercas acaba de reescribir “por entero” El vientre de la ballena, una novela de 1997 que reeditará en abril y en la que puede reconocerse a algunos de sus maestros universitarios. La nueva edición incluye un prólogo al que el escritor recurre para matizar. “En el fondo todas las novelas son romans à clé, por lo mismo que la ficción pura no existe: siempre está contaminada —felizmente contaminada— por la realidad, que es su carburante”. Fin de la cita. “Ahí está todo lo que tengo que decir, pero puedo explicarlo un poco más”, afirma Cercas. “Es algo tan elemental como olvidado, y es que desde Homero hasta ahora mismo la literatura ha partido siempre de la realidad: precisamente por eso tiene interés. Por tanto, lo de ‘basado en hechos reales’ es un anuncio superfluo; lo que importa, sin embargo, es cómo el escritor transforma esos hechos reales en literatura, en ficción: es decir, cómo convierte lo particular en universal, que es lo que hace siempre la literatura. Lo importante no es en qué señora real se basó Flaubert para crear a Emma Bovary, sino qué es lo que Flaubert hizo con ella: el resultado y no la materia bruta, el final y no el principio”.
Javier Cercas, por cuyos libros pasan personajes que se llaman Sánchez Mazas, Roberto Bolaño, Andrés Trapiello, Adolfo Suárez, Santiago Carrillo o, también, Javier Cercas, acuñó la expresión relato real para referirse a la mezcla de ficción y realidad. A la pregunta por los límites de esa mezcla responde distinguiendo entre fronteras morales y literarias: “No es lo mismo que un personaje lleve su nombre real o que no lo lleve, que sea reconocible o que no lo sea. Si el personaje lleva su nombre real, evidentemente la cosa cambia y no puedes hacer lo que te dé la gana”. Él, por ejemplo, acostumbra a dejarle leer el manuscrito a aquellos que aparecen con su nombre o de una forma reconocible en una novela suya. Lo hizo, cuenta, con Rafael Sánchez Ferlosio [hijo de Sánchez Mazas], o con profesores y compañeros de la facultad, pero no, en cambio, con Carrillo o con la familia de Suárez, “por motivos obvios: todo lo que contaba de ellos en Anatomía de un instante está documentado o procede de fuentes totalmente fiables o de varias fuentes”.
Pero los antecedentes en España no apuntan al optimismo. Esta nueva familia de fármacos son “de segunda generación”. Como su nombre indica, esto quiere decir que ha habido antes medicamentos de primera generación. En concreto se trata de unos antivirales que se aprobaron en España hace año y medio. Se trataba de medicamentos específicos para el genotipo 1 de la hepatitis C que había que recetar combinados con el interferón y la ribavirina. A cambio, la tasa de curación pasaba del 40% al 70% en este grupo de afectados. Pero costaba más de 10.000 euros el tratamiento. El resultado fue que aunque “el ministerio hizo los deberes y lo aprobó en seis meses”, dice Bosch, algunas comunidades, que son las que al final financian los fármacos, retrasaron lo que pudieron su uso, lo que creó una situación de desigualdad que los hepatólogos no quieren que se repita. Hubo denuncias de afectados (por ejemplo, en Asturias), pero también por parte de personas privadas de libertad, que revelaron que en prisión se les negaba un tratamiento al que el resto de ciudadanos tenía acceso. Por eso, hay riesgo de que la negociación del precio y, sobre todo, los procesos para administrar el fármaco, que definen las comunidades e, incluso, los gestores hospitalarios, supongan un retraso de “un año o más”, dicen los hepatólogos.
ONUSIDA, la agencia de la ONU sobre el VIH y sida, ha alertado en un comunicado de que la persecución penal comportará automáticamente que muchos homosexuales dejen de hacerse los exámenes de diagnóstico y prevención o dejen de tomar los medicamentos para no levantar sospechas.
La próxima llegada de estos medicamentos ha puesto en situación de alerta a los hepatólogos, que creen que es el momento de que se establezca una estrategia nacional contra la enfermedad. Esta debería cubrir tres aspectos clave, ha dicho José Luis Calleja, secretario de la AEEH: el diagnóstico y la prevención, la formación de la población y los profesionales y el acceso a los fármacos.Y, este último aspecto, lleva otra vez al tema del precio. Bosch, quien también dirige el Centro de Investigación Biomédica en Red (Ciber) de Enfermedades Hepáticas y Digestivas, cree que si se financian los antivirales para el VIH (unos 4.000 euros al año por persona y año si se trata de un tratamiento de primera generación, y hay casi 100.000 personas tomando medicación), no debería haber problema para hacerlo con estos fármacos, aunque fuera estableciendo pautas de acceso: no empezar dándoselo a todos los afectados, sino a grupos de riesgo (coinfectados por VIH, trasplantados, personas con enfermedad hepática avanzada o con insuficiencia renal).Calleja, en cualquier caso, cree que en este caso la aprobación, “vistos los beneficios”, no debería retrasarse. De hecho, pone como ejemplo, en Alemania y Francia han tardado menos de un mes en aprobar el primero de ellos, que la Agencia Europea del Medicamento validó el 24 de enero.