Es un hombre que nadie conoce, se graduó con mejores calificaciones que Valle. Márquez era cura, nació en Tegucigalpa, brilló en la asamblea legislativa en tiempos del gobierno morazánico. Está enterrado en Güinope, adónde fue exiliado por la Iglesia Católica. Juan lindo, es otro gran personaje, fue presidente de El Salvador, les creó la Universidad de El Salvador, luego se vino acá donde fue Presidente, y le dio la luz verde al padre (José Trinidad) Reyes para crear la Universidad de Honduras. Un personaje de película, está enterrado en Gracias pero nació en Tegucigalpa. Cabañas, la fama que hoy tiene es que era tonto porque fue honrado, ¡va, qué bonito! Si yo le pregunto a un mexicano qué es México, ellos dicen México es Hidalgo y Costilla, es Pancho Villa, México es Zapata; pero si yo le pregunto a un hondureño me contesta: ‘no hay otro pueblo más macho que el pueblo catracho del cual vengo yo’.
Avanzados apenas tres meses y en completo sigilo, Rosalinda -¡Vaya que si te conozco!- empezó a tejer su telaraña y a cavilar su albazo. Acto seguido se alió con Evaristo Hernández Cruz, Miguel Ángel Valdivia y Adolfo Díaz Orueta, para impulsar la reforma a la Ley Organica y desaparecer la Gran Comisión con todo y su compañero de partido (es un decir. Pues Rosalinda solo pertenece a un partido: El de ella misma) Carlos Mario. ¿Qué tal?.
En la universidad el profesor lo ve a uno como perro, si aprende bueno o le pide un libro que solo él tiene y los estudiantes andan como locos buscando el texto que no van a encontrar porque solo él lo tiene.
En México le dicen el maestro Valle, pero aquí nadie lo conoce, nadie sabe que fue canciller de Iturbide en México y que su retrato está en Tlatelolco. A nosotros no nos importa, lo vemos en ese parquecito mal oliente, que es un estercolero, abandonado totalmente.
Yo soy casado dos veces, soy soltero por divorcio, tengo ocho hijos. He procurado ser un buen padre como he procurado ser un buen maestro. He procurado ser el profesor que nunca tuve. Mantengo una magnífica relación no solo con mis hijos, sino que también con mis exesposas, parece que uno se lleva mejor cuando está separado que cuando se está unido.
Yo estaba en la primaria en el Instituto San Miguel y era bueno en catecismo, como acólito, como asistente de la misa, sin embargo, el padre director en aquella época, Héctor Enrique Santos, que después fue arzobispo de Tegucigalpa, me sugirió que fuera a un seminario, pero yo fui sincero y le dije: ‘no yo no tengo madera para eso, pero le prometo que si uno de mis hijos o hijas quiere ser cura o monja no lo voy a impedir’. Yo tenía otros designios.